Desde que Óscar Ruggeri levantará el título continental en 1993, la albiceleste no había festejado ningún campeonato oficial a nivel mayor. Brasil fue su rival, y de la mano de Neymar, buscaban extender su hegemonía en la región. El “fideo” fue clave para el 1-0 argentino, y Messi, MVP del torneo.
Por: Alejandro Mejicanos.
Por: Alejandro Mejicanos.
La final de la Copa América 2021 enfrentó, sin duda alguna, a los dos mejores equipos de CONMEBOL en la actualidad. Argentina avanzó como líder de su grupo, luego se cargó 3-0 a Ecuador y en penales derrotó a Colombia. Brasil también fue líder de su grupo y despachó con ciertas dificultades a Chile y Perú, ambos por 1-0. Tanto la albiceleste como la canarinha llegaban invictas, siendo las más goleadoras y las defensas más sólidas. Por todo esto, era un verdadero choque de trenes.
Sin embargo, también es importante mencionar un contexto histórico. Iniciemos con Argentina porque registraban 28 años sin levantar un campeonato a nivel de Selección Mayor, además, nunca le habían ganado un partido oficial a Brasil jugando en Brasil, y encima, venían de 4 finales perdidas en la última década, incluida la del Mundial 2014. Brasil, por su parte, registraba una racha impresionante en finales contra los ché, no caían desde 1937. Aunado a ello, nunca perdieron una Copa América cuando la competencia se ejecutó en casa y por supuesto, querían el bicampeonato.
El Maracaná en Rio de Janeiro fue el sitio designado para cambiar por completo los acontecimientos del pasado, y con un arbitraje regular del uruguayo Esteban Ostojich, Argentina se llevó el premio mayor. ¿Cómo lo hizo? Jugando a no dejar jugar. Presionaron a Brasil, pegaron las patadas que debían pegarse, retuvieron el balón y desgastaron al rival con toques sin prioridad ofensiva, defendieron con solidaridad y atacaron en momentos puntuales. Uno de esos momentos fue el minuto 22’, cuando Rodrigo de Paul vio la descolgada en velocidad de Ángel Di María, le mandó un trazo largo que Renan Lodi intentó controlar con su pierna menos hábil y tras no conseguirlo, el “fideo” aprovechó ese despiste para definir por encima de Ederson, adelantando al equipo visitante. 1-0.
Viéndose abajo en el marcador, Brasil trató de lanzarse en bloque hacia el frente, pero la segunda línea de defensa argentina, es decir el mediocampo, les esperaba con criterio para anticipar, recuperar o apretar por el balón. De Paul hizo un partido memorable, Lo Celso práctico y eficiente, Paredes metiendo pierna y hasta Lionel Messi regresaba para echar una mano. Neymar cargaba con el peso ofensivo de la pentacampeona mundial, trataba de combinar con Richarlison, Paquetá o Everton, pero ninguno parecía estar en una noche iluminada.
Para la segunda parte, Tite le dio ingreso a Roberto Firmino en lugar de Fred, y ese movimiento desorientó a los cuatro del fondo en Argentina porque ahora Brasil atacaba con 5, y justo en el reinicio, Neymar asistió a Richarlison, el del Everton quedó de frente para fusilar al “Dibu” Martínez, pero su remate potente fue rechazado por el ex guardameta del Arsenal. Más tarde, Richarlison anotó, la jugada se revisó por offside y así fue ratificado el 1-0. Seguía abajo Brasil.
Gabriel Barbosa entró como medida desesperada para igualar el partido, y si bien tuvo dos ocasiones en cuestión de minutos, también Argentina lo pudo liquidar a la contra. Messi tuvo una opción en mano a mano con el portero, luego de una asistencia monumental de De Paul, sin embargo, el “10” intentó regatear a Ederson, y el meta brasileño estuvo rápido para robarle la chance. Los minutos pasaron, Ostojich vio su reloj, y pitó el final consumando el “Maracanazo” de Argentina. Desde 1950, Brasil no perdía una final en el Maracaná, aquel triunfo de Uruguay en el Mundial de ese año había sido el último cachetazo.
Las cámaras enfocaron de inmediato al capitán argentino. Lionel lloraba desconsoladamente mientras sus compañeros le abrazaban, felicitaban e inclusive, lanzaban por los aires para festejar el campeonato. ¿Y cómo no llorar? Si luego de quedarse tantas veces en la orilla, esta vez sí se logró el objetivo y ahora, Messi puede presumir distintos honores con la camiseta albiceleste: Campeón del Mundial Sub-20, Oro Olímpico en Pekín 2008, máximo goleador (76), máximo asistidor (46), más partidos jugados (147), más tiros libres anotados (8) y encima, ese el único argentino nombrado Patrimonio Deportivo de la Humanidad. “Qué hermosa locura. Esto es increíble, gracias a Dios. SOMOS CAMPEONES LA CONCHA DE SU MADRE. Vamos carajo”, expresó Messi en su cuenta de Instagram, con mucha emoción.
Scaloni también tiene mérito. Nunca había dirigido en Primera División, y afrontó el reto de dirigir una Selección Argentina que venía de tres golpazos consecutivos. Fue criticado, señalado, cuestionado. Trabajó en silencio. Apostó por una nueva generación de jugadores y confió en su capitán para comandar el barco. Nadie le falló, y este es el premio. Un título después de 28 años de espera.
Sin embargo, también es importante mencionar un contexto histórico. Iniciemos con Argentina porque registraban 28 años sin levantar un campeonato a nivel de Selección Mayor, además, nunca le habían ganado un partido oficial a Brasil jugando en Brasil, y encima, venían de 4 finales perdidas en la última década, incluida la del Mundial 2014. Brasil, por su parte, registraba una racha impresionante en finales contra los ché, no caían desde 1937. Aunado a ello, nunca perdieron una Copa América cuando la competencia se ejecutó en casa y por supuesto, querían el bicampeonato.
El Maracaná en Rio de Janeiro fue el sitio designado para cambiar por completo los acontecimientos del pasado, y con un arbitraje regular del uruguayo Esteban Ostojich, Argentina se llevó el premio mayor. ¿Cómo lo hizo? Jugando a no dejar jugar. Presionaron a Brasil, pegaron las patadas que debían pegarse, retuvieron el balón y desgastaron al rival con toques sin prioridad ofensiva, defendieron con solidaridad y atacaron en momentos puntuales. Uno de esos momentos fue el minuto 22’, cuando Rodrigo de Paul vio la descolgada en velocidad de Ángel Di María, le mandó un trazo largo que Renan Lodi intentó controlar con su pierna menos hábil y tras no conseguirlo, el “fideo” aprovechó ese despiste para definir por encima de Ederson, adelantando al equipo visitante. 1-0.
Viéndose abajo en el marcador, Brasil trató de lanzarse en bloque hacia el frente, pero la segunda línea de defensa argentina, es decir el mediocampo, les esperaba con criterio para anticipar, recuperar o apretar por el balón. De Paul hizo un partido memorable, Lo Celso práctico y eficiente, Paredes metiendo pierna y hasta Lionel Messi regresaba para echar una mano. Neymar cargaba con el peso ofensivo de la pentacampeona mundial, trataba de combinar con Richarlison, Paquetá o Everton, pero ninguno parecía estar en una noche iluminada.
Para la segunda parte, Tite le dio ingreso a Roberto Firmino en lugar de Fred, y ese movimiento desorientó a los cuatro del fondo en Argentina porque ahora Brasil atacaba con 5, y justo en el reinicio, Neymar asistió a Richarlison, el del Everton quedó de frente para fusilar al “Dibu” Martínez, pero su remate potente fue rechazado por el ex guardameta del Arsenal. Más tarde, Richarlison anotó, la jugada se revisó por offside y así fue ratificado el 1-0. Seguía abajo Brasil.
Gabriel Barbosa entró como medida desesperada para igualar el partido, y si bien tuvo dos ocasiones en cuestión de minutos, también Argentina lo pudo liquidar a la contra. Messi tuvo una opción en mano a mano con el portero, luego de una asistencia monumental de De Paul, sin embargo, el “10” intentó regatear a Ederson, y el meta brasileño estuvo rápido para robarle la chance. Los minutos pasaron, Ostojich vio su reloj, y pitó el final consumando el “Maracanazo” de Argentina. Desde 1950, Brasil no perdía una final en el Maracaná, aquel triunfo de Uruguay en el Mundial de ese año había sido el último cachetazo.
Las cámaras enfocaron de inmediato al capitán argentino. Lionel lloraba desconsoladamente mientras sus compañeros le abrazaban, felicitaban e inclusive, lanzaban por los aires para festejar el campeonato. ¿Y cómo no llorar? Si luego de quedarse tantas veces en la orilla, esta vez sí se logró el objetivo y ahora, Messi puede presumir distintos honores con la camiseta albiceleste: Campeón del Mundial Sub-20, Oro Olímpico en Pekín 2008, máximo goleador (76), máximo asistidor (46), más partidos jugados (147), más tiros libres anotados (8) y encima, ese el único argentino nombrado Patrimonio Deportivo de la Humanidad. “Qué hermosa locura. Esto es increíble, gracias a Dios. SOMOS CAMPEONES LA CONCHA DE SU MADRE. Vamos carajo”, expresó Messi en su cuenta de Instagram, con mucha emoción.
Scaloni también tiene mérito. Nunca había dirigido en Primera División, y afrontó el reto de dirigir una Selección Argentina que venía de tres golpazos consecutivos. Fue criticado, señalado, cuestionado. Trabajó en silencio. Apostó por una nueva generación de jugadores y confió en su capitán para comandar el barco. Nadie le falló, y este es el premio. Un título después de 28 años de espera.