La combinación Mount – Havertz finalizó con el solitario gol del futbolista alemán, completando el objetivo de los blues: su segunda corona europea. Guardiola perdió el duelo estratégico frente a un Tuchel que supo organizar su plantel.
Por: Alejandro Mejicanos.
Por: Alejandro Mejicanos.
La Final de UEFA Champions League 2020/21, en el Estadio Do Dragao de Portugal, vivió momentos dignos de lo que representa y significa la disputa de un torneo continental. Chelsea alzó su segunda Orejona, sí, sorprendiendo a muchos que pronosticaban lo contrario, también, pero para llegar hasta ahí tuvo que sortear dificultades e incluso, quedarse sin su capitán en la zaga.
Iniciemos el análisis con las alineaciones. Guardiola se sacó de la manga algo que nadie esperaba: Jugar sin “9” y sin contención. No utilizó ni a Gabriel Jesús ni al “Kun” en ataque y en el mediocampo, dejó sentados a Rodri y Fernandinho, dos de sus jugadores más habituales. Puso a Gündogan que venía tocado y se recuperó justo a tiempo, acompañado por De Bruyne, Foden, Bernardo Silva y Sterling, otra de las sorpresas. Tuchel no quiso inventar y se apegó al libreto que ya tenía definido. La única duda era el portero Edouard Mendy por molestias en sus costillas, pero salió como titular. En punta, los alemanes Werner y Havertz, apoyados por el talentoso Mason Mount.
Una vez que pitó Matheu Lahoz, se notaron claramente las posturas. El Manchester City presionando con intensidad para recuperar y atacar, Chelsea ordenado y resguardado, esperando contragolpear a velocidad. Un trazo largo del guardameta Ederson llegó perfecto para el nacido en Jamaica, Raheem Sterling, su control no fue idóneo y permitió que el defensor “blue” le llegara a incomodar. Fue la primera clara del City. De inmediato, dos disparos de Timo Werner marcaban la reacción del cuadro londinense, de hecho, el primero de ellos fue una acción inmejorable para anotar, quedando de frente a la meta rival, pero su remate estuvo carente de potencia y colocación.
Al 39’ ocurrió una de las situaciones complicadas con las que debió lidiar el Chelsea. Su capitán y emblema en defensa, Thiago Silva, abandonó el juego por lesión y su lugar lo ocupó Andreas Christensen que, a la postre, demostró que también es de alto nivel, pero claro, mucha de la estrategia de Tuchel se basaba en la voz y liderazgo del brasileño, lo cual reafirmaba que era una baja sensible. No obstante, recién se acomodaba Thiago en el banco, cuando Mason Mount frotó la lámpara y se vistió de genio para colocar un pase excepcional a la diagonal que le trazó Havertz. El chico de 21 años recibió solo y vio venir a Ederson que salía apresurado a cortar, se lo sacó de encima y terminó definiendo a placer, con la meta abierta. Locura y festejos, eso desató el gol que rompía el hielo en la final.
Con la ventaja al medio tiempo, Chelsea sabía que le bastaba con seguir haciendo su juego porque ahora, quienes tenían “el agua al cuello” eran los de Manchester. Lamentablemente, para Pep y todo el entorno de los citizens, en el 57’, su capitán y máximo referente, Kevin De Bruyne, chocó cabeza con cabeza junto a Rüdiger. El corpulento defensor alemán vio la tarjeta amarilla, pero se levantó en cuestión de segundos. No así el belga que tuvo que salir porque el impacto afectó su ojo y le provocó una inflamación que no le permitía ver con claridad. En ese momento, Guardiola optó por el ingreso de Gabriel Jesús y poco después, sacó a Bernardo Silva para meter a Fernandinho y adelantar a Gündogan.
La idea de ser más peligrosos con esas modificaciones no funcionó del todo bien, en especial porque el Chelsea tiene un jugador que viene y va de manera impresionante: N’Golo Kanté. El francés fue el MVP de la final. Ganó 11 duelos, recuperó 10 balones, tuvo el 85% de efectividad en sus pases, hizo 3 despejes, recibió dos faltas, pero su presencia se notó aún más en la cancha por esa velocidad, coberturas, pulcritud en las entradas y la salida eficiente que le da a su equipo. La UEFA le reconoció como el mejor del partido, y cientos de amantes a este deporte, se rindieron ante su imperial actuación.
A 12’ del final, ya con la desesperación encima, entró el “Kun” Agüero para disputar sus últimos minutos con la camiseta del Manchester City, sin embargo, poco pudo hacer ante un cuadro blue que seguía bien parado atrás, y hasta pudieron anotar un segundo gol, pero Pulisic falló la oportunidad. Riyad Mahrez, que pasó desapercibido, tuvo la última con un disparo que se fue a centímetros de la orquilla.
Cuando el árbitro español pitó el final del encuentro, cientos, miles de aficionados al Chelsea celebraron su segunda UEFA Champions League. La anterior la habían conseguido hace 10 años en Múnich, llegando a la lotería de penales. Esta vez, solventaron en los 90’ y con mucho mérito, de hecho, solo perdieron un partido en toda la competición (0-1, frente a Porto en Cuartos) y su técnico Thomas Tuchel corrigió a tiempo (llegó en enero) el turbulento e incierto camino que llevaba Frank Lampard.
Guardiola perdió por primera vez una final de Champions. Tuchel ganó por primera vez una final de Champions. Paradójico. Ambos clubes hicieron fuertes inversiones para llegar hasta acá, pero Kai Havertz, que por cierto costó 80 millones, sentenció el duelo, y de pasó, se estrenó como goleador en la competición. Ahora, ¿qué sucederá con el proyecto del City? ¿Se acabó el ciclo de Pep?
Iniciemos el análisis con las alineaciones. Guardiola se sacó de la manga algo que nadie esperaba: Jugar sin “9” y sin contención. No utilizó ni a Gabriel Jesús ni al “Kun” en ataque y en el mediocampo, dejó sentados a Rodri y Fernandinho, dos de sus jugadores más habituales. Puso a Gündogan que venía tocado y se recuperó justo a tiempo, acompañado por De Bruyne, Foden, Bernardo Silva y Sterling, otra de las sorpresas. Tuchel no quiso inventar y se apegó al libreto que ya tenía definido. La única duda era el portero Edouard Mendy por molestias en sus costillas, pero salió como titular. En punta, los alemanes Werner y Havertz, apoyados por el talentoso Mason Mount.
Una vez que pitó Matheu Lahoz, se notaron claramente las posturas. El Manchester City presionando con intensidad para recuperar y atacar, Chelsea ordenado y resguardado, esperando contragolpear a velocidad. Un trazo largo del guardameta Ederson llegó perfecto para el nacido en Jamaica, Raheem Sterling, su control no fue idóneo y permitió que el defensor “blue” le llegara a incomodar. Fue la primera clara del City. De inmediato, dos disparos de Timo Werner marcaban la reacción del cuadro londinense, de hecho, el primero de ellos fue una acción inmejorable para anotar, quedando de frente a la meta rival, pero su remate estuvo carente de potencia y colocación.
Al 39’ ocurrió una de las situaciones complicadas con las que debió lidiar el Chelsea. Su capitán y emblema en defensa, Thiago Silva, abandonó el juego por lesión y su lugar lo ocupó Andreas Christensen que, a la postre, demostró que también es de alto nivel, pero claro, mucha de la estrategia de Tuchel se basaba en la voz y liderazgo del brasileño, lo cual reafirmaba que era una baja sensible. No obstante, recién se acomodaba Thiago en el banco, cuando Mason Mount frotó la lámpara y se vistió de genio para colocar un pase excepcional a la diagonal que le trazó Havertz. El chico de 21 años recibió solo y vio venir a Ederson que salía apresurado a cortar, se lo sacó de encima y terminó definiendo a placer, con la meta abierta. Locura y festejos, eso desató el gol que rompía el hielo en la final.
Con la ventaja al medio tiempo, Chelsea sabía que le bastaba con seguir haciendo su juego porque ahora, quienes tenían “el agua al cuello” eran los de Manchester. Lamentablemente, para Pep y todo el entorno de los citizens, en el 57’, su capitán y máximo referente, Kevin De Bruyne, chocó cabeza con cabeza junto a Rüdiger. El corpulento defensor alemán vio la tarjeta amarilla, pero se levantó en cuestión de segundos. No así el belga que tuvo que salir porque el impacto afectó su ojo y le provocó una inflamación que no le permitía ver con claridad. En ese momento, Guardiola optó por el ingreso de Gabriel Jesús y poco después, sacó a Bernardo Silva para meter a Fernandinho y adelantar a Gündogan.
La idea de ser más peligrosos con esas modificaciones no funcionó del todo bien, en especial porque el Chelsea tiene un jugador que viene y va de manera impresionante: N’Golo Kanté. El francés fue el MVP de la final. Ganó 11 duelos, recuperó 10 balones, tuvo el 85% de efectividad en sus pases, hizo 3 despejes, recibió dos faltas, pero su presencia se notó aún más en la cancha por esa velocidad, coberturas, pulcritud en las entradas y la salida eficiente que le da a su equipo. La UEFA le reconoció como el mejor del partido, y cientos de amantes a este deporte, se rindieron ante su imperial actuación.
A 12’ del final, ya con la desesperación encima, entró el “Kun” Agüero para disputar sus últimos minutos con la camiseta del Manchester City, sin embargo, poco pudo hacer ante un cuadro blue que seguía bien parado atrás, y hasta pudieron anotar un segundo gol, pero Pulisic falló la oportunidad. Riyad Mahrez, que pasó desapercibido, tuvo la última con un disparo que se fue a centímetros de la orquilla.
Cuando el árbitro español pitó el final del encuentro, cientos, miles de aficionados al Chelsea celebraron su segunda UEFA Champions League. La anterior la habían conseguido hace 10 años en Múnich, llegando a la lotería de penales. Esta vez, solventaron en los 90’ y con mucho mérito, de hecho, solo perdieron un partido en toda la competición (0-1, frente a Porto en Cuartos) y su técnico Thomas Tuchel corrigió a tiempo (llegó en enero) el turbulento e incierto camino que llevaba Frank Lampard.
Guardiola perdió por primera vez una final de Champions. Tuchel ganó por primera vez una final de Champions. Paradójico. Ambos clubes hicieron fuertes inversiones para llegar hasta acá, pero Kai Havertz, que por cierto costó 80 millones, sentenció el duelo, y de pasó, se estrenó como goleador en la competición. Ahora, ¿qué sucederá con el proyecto del City? ¿Se acabó el ciclo de Pep?