EFE - Un doble error del meta chileno Claudio Bravo en su debut con el Barcelona dio la victoria (1-0) al Nápoles de Rafa Benítez, en un partido que dominó con claridad el conjunto azulgrana, incapaz, eso sí, de generar ocasiones claras de gol.
Luis Enrique sacó esta vez un once con solo un jugador del filial, el joven Munir, y a la espera del tridente ofensivo que deben formar Messi, Neymar y Luis Suárez, volvió a insistir con Rafinha en la posición de falso '9'.
El Barça acusó de nuevo las carencias habituales a estas alturas de la pretemporada: la falta de intensidad, de ritmo y de acierto rematador.
Aun así, fue muy superior al Nápoles, que apenas había inquietado al meta Bravo hasta el afortunado tanto de Dzemaili a falta de diez minutos para el final.
Curiosamente fue el joven Munir el único jugador azulgrana que llevó peligro durante la primera mitad. Cazó al espacio dos asistencias de Rakitic y de Rafinha, pero en ninguna de las dos supo ganarle el mano a mano a Cabral.
Ese fue todo el bagaje ofensivo del Barça en el primer acto, aunque lo del Nápoles, que arrancó con ganas y se fue diluyendo con el paso de los minutos, aun fue peor.
Un cabezazo de Hamsik a centro de Callejón fue la única ocasión del conjunto italiano antes de llegar al descanso. El ajustado remate del eslovaco, sirvió eso sí para que Bravo pudiera lucirse con un gran parada en el partido de su estreno como portero azulgrana.
Tampoco mejoró el Nápoles tras la reanudación. Ni siquiera con la entrada de Michu, su fichaje estrella de este verano.
A los italianos se les ve aun muy verdes y eso que en dos semanas se juegan media temporada en la previa de la Liga de Campeones. En cuanto al Barça, dos disparos de Pedro al inicio de la reanudación dieron paso al rosario de cambios propio de cualquier partido estival.
Luis Enrique dio la alternativa a casi todas las jóvenes promesas del filial en la última media hora y el equipo agradeció la revolución porque, a partir de entonces, exhibió un fútbol algo más dinámico.
A falta de continuidad, las acciones de un eléctrico Deulofeu distrajeron al poco público presente en el Estadio de Ginebra -solo un cuarto de entrada para ver a uno de los amistosos de más nivel de esta pretemporada- hasta que llegó la jugada clave del partido. Bravo, que había tenido una segunda mitad de lo más plácida y hasta entonces se había mostrado muy seguro con los pies, despejó mal un balón, que le cayó a un recién ingresado Dzemaili.
El macedonio ejecutó con decisión un tiro seco y centrado desde treinta metros que a priori no llevaba peligro y que al chileno se le escapó de las manos.
Un error fatal que acabaría en el único gol del partido y que daría la victoria al Nápoles en un encuentro que parecía destinado a acabar sin goles.
El Barça acusó de nuevo las carencias habituales a estas alturas de la pretemporada: la falta de intensidad, de ritmo y de acierto rematador.
Aun así, fue muy superior al Nápoles, que apenas había inquietado al meta Bravo hasta el afortunado tanto de Dzemaili a falta de diez minutos para el final.
Curiosamente fue el joven Munir el único jugador azulgrana que llevó peligro durante la primera mitad. Cazó al espacio dos asistencias de Rakitic y de Rafinha, pero en ninguna de las dos supo ganarle el mano a mano a Cabral.
Ese fue todo el bagaje ofensivo del Barça en el primer acto, aunque lo del Nápoles, que arrancó con ganas y se fue diluyendo con el paso de los minutos, aun fue peor.
Un cabezazo de Hamsik a centro de Callejón fue la única ocasión del conjunto italiano antes de llegar al descanso. El ajustado remate del eslovaco, sirvió eso sí para que Bravo pudiera lucirse con un gran parada en el partido de su estreno como portero azulgrana.
Tampoco mejoró el Nápoles tras la reanudación. Ni siquiera con la entrada de Michu, su fichaje estrella de este verano.
A los italianos se les ve aun muy verdes y eso que en dos semanas se juegan media temporada en la previa de la Liga de Campeones. En cuanto al Barça, dos disparos de Pedro al inicio de la reanudación dieron paso al rosario de cambios propio de cualquier partido estival.
Luis Enrique dio la alternativa a casi todas las jóvenes promesas del filial en la última media hora y el equipo agradeció la revolución porque, a partir de entonces, exhibió un fútbol algo más dinámico.
A falta de continuidad, las acciones de un eléctrico Deulofeu distrajeron al poco público presente en el Estadio de Ginebra -solo un cuarto de entrada para ver a uno de los amistosos de más nivel de esta pretemporada- hasta que llegó la jugada clave del partido. Bravo, que había tenido una segunda mitad de lo más plácida y hasta entonces se había mostrado muy seguro con los pies, despejó mal un balón, que le cayó a un recién ingresado Dzemaili.
El macedonio ejecutó con decisión un tiro seco y centrado desde treinta metros que a priori no llevaba peligro y que al chileno se le escapó de las manos.
Un error fatal que acabaría en el único gol del partido y que daría la victoria al Nápoles en un encuentro que parecía destinado a acabar sin goles.