EFE - El legendario exmanejador y jugador de las Grandes Ligas, Don Zimmer, falleció a la edad de 83 años en una clínica de rehabilitación en Florida, en donde fue intervenido del corazón a mediados de abril pasado, de acuerdo a la información ofrecida por los Rays de Tampa Bay.
Zimmer estuvo durante más de 60 años ligado al béisbol profesional y en la actualidad se desempeñaba como un consultor para los Rays.
Luego de empezar su carrera en las ligas menores como jugador de cuadro en 1949, Zimmer tuvo una de las trayectorias más largas en la historia del deporte del béisbol.
Zimmer jugó para el único equipo campeón de los Dodgers de Brooklyn y formó parte de la plantilla original de los Mets de Nueva York.
Luego fue también piloto de los Medias Rojas de Boston, a los que colocó a las puertas de un campeonato en los setenta y fue la mano derecha de Joe Torre durante la más reciente etapa de éxito de los Yanquis de Nueva York.
Admirado por muchos, el jersey con el número 66 que le gustaba usar a Zimmer fue recientemente usado por Tom Foley, entrenador de tercera base de los Rays, quien durante el partido de este miércoles por la noche contra Marlins de Miami se le vio llorando en el "dugout" del equipo.
Su trayectoria fue tan larga que Zimmer tuvo la oportunidad de jugar para el legendario manejador Casey Stengel y ser entrenador de Derek Jeter.
Al comienzo de su carrera, fue golpeado por una recta, y los médicos tuvieron que insertarle tornillos metálicos en la cabeza.
Muchos años después, el lanzador dominicano de Boston, Pedro Martínez, lanzó al suelo a Zimmer quien era ya un anciano, durante una trifulca entre los Medias Rojas y los Yanquis en el Fenway Park, durante la disputa de la fase final.
Zimmer vistió muchos uniformes.
Jugó para los Dodgers, Mets, Cachorros de Chicago, Rojos de Cincinnati y los Senadores de Washington. Como piloto dirigió a los Padres de San Diego, Medias Rojas, Vigilantes de Texas y Cachorros de Chicago.
Todos los jugadores que trabajaron bajo sus ordenes y compañeros admiten que Zimmer no sólo era un gran conocedor del deporte del deporte del béisbol sino que además era un gran persona con la que se podía hablar de cualquier asunto y los más importante tener la confianza plena en recibir el mejor consejo o ayuda.
Luego de empezar su carrera en las ligas menores como jugador de cuadro en 1949, Zimmer tuvo una de las trayectorias más largas en la historia del deporte del béisbol.
Zimmer jugó para el único equipo campeón de los Dodgers de Brooklyn y formó parte de la plantilla original de los Mets de Nueva York.
Luego fue también piloto de los Medias Rojas de Boston, a los que colocó a las puertas de un campeonato en los setenta y fue la mano derecha de Joe Torre durante la más reciente etapa de éxito de los Yanquis de Nueva York.
Admirado por muchos, el jersey con el número 66 que le gustaba usar a Zimmer fue recientemente usado por Tom Foley, entrenador de tercera base de los Rays, quien durante el partido de este miércoles por la noche contra Marlins de Miami se le vio llorando en el "dugout" del equipo.
Su trayectoria fue tan larga que Zimmer tuvo la oportunidad de jugar para el legendario manejador Casey Stengel y ser entrenador de Derek Jeter.
Al comienzo de su carrera, fue golpeado por una recta, y los médicos tuvieron que insertarle tornillos metálicos en la cabeza.
Muchos años después, el lanzador dominicano de Boston, Pedro Martínez, lanzó al suelo a Zimmer quien era ya un anciano, durante una trifulca entre los Medias Rojas y los Yanquis en el Fenway Park, durante la disputa de la fase final.
Zimmer vistió muchos uniformes.
Jugó para los Dodgers, Mets, Cachorros de Chicago, Rojos de Cincinnati y los Senadores de Washington. Como piloto dirigió a los Padres de San Diego, Medias Rojas, Vigilantes de Texas y Cachorros de Chicago.
Todos los jugadores que trabajaron bajo sus ordenes y compañeros admiten que Zimmer no sólo era un gran conocedor del deporte del deporte del béisbol sino que además era un gran persona con la que se podía hablar de cualquier asunto y los más importante tener la confianza plena en recibir el mejor consejo o ayuda.