En el mítico Court Philippe‑Chatrier, la tarde del 8 de junio se convirtió en leyenda. Carlos Alcaraz, con apenas 22 años, firmó una de las gestas más memorables de la historia de Roland Garros al revalidar su título ante Jannik Sinner en un duelo para el recuerdo. Lo que comenzó como un día más de torneo terminó alargándose hasta convertirse en la final más larga en la Era Open: cinco horas y 29 minutos de tenis intenso, tacto fino, drama y una remontada que quedará para siempre en la memoria colectiva.
Por: Mónica Delgado.
Por: Mónica Delgado.
El desenlace pudo parecer predecible al principio: Sinner, número 1 del mundo, arrancó decidido y se impuso 6‑4 en el primer set con golpes agresivos y profundidad constante. En el segundo parcial, aprovechó varios errores de Alcaraz y aprovechó un tiebreak de precisión para cerrar 7‑6(4). El marcador del primer tiempo reflejaba dominio profesional: este era el guion del jugador que el mismo Alcaraz definió como “la nueva gran amenaza del circuito”.
Pero el protagonista de la historia tenía otros planes. Alcaraz, consciente de que debía apretar físicamente, empezó a dominar los intercambios desde el fondo en el tercer set. El 6‑4 con el que lo cerró evidenció su cambio de ritmo, el inicio de su ascenso, recuperando confianza y control.
Con la grada rompiendo en aplausos y la tensión creciendo, el cuarto set fue una batalla de resistencia. Al empezar a inquietar el saque del italiano, Sinner sacó ventaja y llegó a tener tres puntos de campeonato en su saque con 5‑3. El escenario era dramático: si Sinner ganaba, todo terminaba. Lo que siguió fue el momento que definió el partido: Alcaraz rompió ese saque, forzó un tiebreak y terminó salvando una de las tres bolas de partido restantes gracias a un voleo anticipado lleno de coraje. Cerró 7‑6(3), desató la locura y dio la impresión de que la historia se reescribía con un nuevo héroe.
El quinto set fue puro nervio: empatado a base de quebrar en momentos claves, hasta que la tensión llevó a ambos a un súper tiebreak a diez puntos (primera vez en masculino desde que cambió la regla en 2022). Ahí Alcaraz se impuso 10‑2, con una concentración brutal en cada bola y un passing shot final que dejó a todos boquiabiertos
Cuando el marcador dio el definitivo 4‑6, 6‑7(4), 6‑4, 7‑6(3), 7‑6(10‑2), la grada explotó: rugido, ovaciones, abrazos. Se había consumado una hazaña.
Ese momento representó varias maromas míticas: fue la primera final de Grand Slam entre dos jugadores nacidos en los 2000; la más larga en Roland Garros y la segunda en duración de la Era Open Alcaraz se convirtió, además, en el tercer hombre en la historia en remontar un 0‑2 en sets y salvar puntos de match para ganar un grande, junto a Gastón Gaudio y Novak Djokovic. Además; mejoró su récord en finales de Grand Slam: 5 victorias en 5 presentaciones.
El impacto fue inmediato. Apodado ya «Príncipe de la Tierra Batida» y figura del relevo generacional, Alcaraz, que ya suma cinco títulos de Grand Slam, entró al club exclusivo de quienes han defendido el título en París dos veces (Nadal, Kuerten y ahora él)
. Y lo hizo salvando tres puntos críticos que lo posicionan como uno de los más fuertes mentalmente.
En paralelo, la final femenina del día anterior coronó a una nueva figura: Coco Gauff. La estadounidense de 21 años superó al número 1 Aryna Sabalenka por 6‑7(5), 6‑2, 6‑4.
Fue algohistórico, ya que se convirtió en la primera americana en levantar el Suzanne Lenglen en París desde Serena Williams en 2015 y lo logró remontando ante la campeona del año, con determinación mental y solidez defensiva.
Pero volvamos a la épica masculina. Una de las claves fue la aparición consecutiva de Alcaraz en los momentos más calientes. Su saque pasó de estar en desventaja a convertirse en un arma letal. Sus golpes ganadores crecieron conforme pasaron las horas, y un passing final llenó su vitrina de gloria. Sinner cerró con orgullo, pero la bomba física y mental del rival fue determinante.
Pero el protagonista de la historia tenía otros planes. Alcaraz, consciente de que debía apretar físicamente, empezó a dominar los intercambios desde el fondo en el tercer set. El 6‑4 con el que lo cerró evidenció su cambio de ritmo, el inicio de su ascenso, recuperando confianza y control.
Con la grada rompiendo en aplausos y la tensión creciendo, el cuarto set fue una batalla de resistencia. Al empezar a inquietar el saque del italiano, Sinner sacó ventaja y llegó a tener tres puntos de campeonato en su saque con 5‑3. El escenario era dramático: si Sinner ganaba, todo terminaba. Lo que siguió fue el momento que definió el partido: Alcaraz rompió ese saque, forzó un tiebreak y terminó salvando una de las tres bolas de partido restantes gracias a un voleo anticipado lleno de coraje. Cerró 7‑6(3), desató la locura y dio la impresión de que la historia se reescribía con un nuevo héroe.
El quinto set fue puro nervio: empatado a base de quebrar en momentos claves, hasta que la tensión llevó a ambos a un súper tiebreak a diez puntos (primera vez en masculino desde que cambió la regla en 2022). Ahí Alcaraz se impuso 10‑2, con una concentración brutal en cada bola y un passing shot final que dejó a todos boquiabiertos
Cuando el marcador dio el definitivo 4‑6, 6‑7(4), 6‑4, 7‑6(3), 7‑6(10‑2), la grada explotó: rugido, ovaciones, abrazos. Se había consumado una hazaña.
Ese momento representó varias maromas míticas: fue la primera final de Grand Slam entre dos jugadores nacidos en los 2000; la más larga en Roland Garros y la segunda en duración de la Era Open Alcaraz se convirtió, además, en el tercer hombre en la historia en remontar un 0‑2 en sets y salvar puntos de match para ganar un grande, junto a Gastón Gaudio y Novak Djokovic. Además; mejoró su récord en finales de Grand Slam: 5 victorias en 5 presentaciones.
El impacto fue inmediato. Apodado ya «Príncipe de la Tierra Batida» y figura del relevo generacional, Alcaraz, que ya suma cinco títulos de Grand Slam, entró al club exclusivo de quienes han defendido el título en París dos veces (Nadal, Kuerten y ahora él)
. Y lo hizo salvando tres puntos críticos que lo posicionan como uno de los más fuertes mentalmente.
En paralelo, la final femenina del día anterior coronó a una nueva figura: Coco Gauff. La estadounidense de 21 años superó al número 1 Aryna Sabalenka por 6‑7(5), 6‑2, 6‑4.
Fue algohistórico, ya que se convirtió en la primera americana en levantar el Suzanne Lenglen en París desde Serena Williams en 2015 y lo logró remontando ante la campeona del año, con determinación mental y solidez defensiva.
Pero volvamos a la épica masculina. Una de las claves fue la aparición consecutiva de Alcaraz en los momentos más calientes. Su saque pasó de estar en desventaja a convertirse en un arma letal. Sus golpes ganadores crecieron conforme pasaron las horas, y un passing final llenó su vitrina de gloria. Sinner cerró con orgullo, pero la bomba física y mental del rival fue determinante.